Viaje a Capadocia
A primeros de mayo Raquel y yo nos fuimos a pasar unos días a la Capadocia, nos acompañaba un matrimonio amigo.
Turquía, un país que me fascina, tengo buenos amigos turcos, he seguido su desarrollo en los últimos diez años.
En esta ocasión para celebrar nuestro aniversario de bodas, no reparé en gastos y nos alojamos en el hotel CCR un auténtico capricho.
Me llamó la atención al bajar a desayunar que la clientela del lujoso hotel era un 60% asiática (turcos, chinos, coreanos y japoneses, un 20% brasileña y Sudamericana y el resto europea y de una media de edad alta, muy alta.
Una sorpresa de encuentro.
La Duquesa de Alba se encontraba en otro hotel cercano Museum (el más lujoso de la zona) acompañada por su marido.
Los cambios que provoca el turismo.
Los pueblos de Capadocia, antaño dedicados a la recolección de guano de paloma y al cultivo de patatas, hoy han cambiado.
Por todos lados se anuncian hoteles pequeños, restaurantes, empresas de alquiler de globos, de motos y 4×4.
La bonanza tiene sus riesgos.
Los hijos de los agricultores prefieren dedicarse a atender turistas que a cultivar “papas” y los padres tampoco quieren doblar tanto la espalda.
Así que abandonaron la tarea de darle de comer a las palomas que durante siglos solo tenían que acercarse a los palomares situados en las famosas chimeneas de las Hadas con la única obligación de defecar a cambio del trigo gratuito para que los capadocios recogieran los excrementos y abonaran sus cultivos que producían las mejores verduras que he tenido ocasión de probar.
La pérdida del sabor.
Eso se acabó, hoy como en España, la fruta y la verdura se cultiva en invernaderos con químicos y es muy bonita pero no sabe a nada. ¿Y las palomas? Pues migraron a las grandes ciudades donde su guano lejos de ser benéfico es una cochinada.
Intenté infructuosamente beber un Ayrán al estilo tradicional (yoghurt salado de oveja) – tarea imposible.
Como país civilizado se ha impuesto la pasteurización que mata el sabor que recuerdo. Encuentras Ayrán debidamente refrigerado, de leche de vaca y con fecha de caducidad.
Queda un lugar en el mundo donde lo puedes beber un Ayrán como Dios manda y está en “Siria” así que me toca esperar.
Por si fuera poco, los terrenos cultivables se están utilizando para fabricar unos ladrillos especiales que se utilizan para el tremendo desarrollo urbanístico de las ciudades.
Nos quedan las vistas.
Menos mal que los bellísimos paisajes cuentan con la protección de UNESCO porque el progreso tiene poca piedad con las tradiciones.
¿Progresa Turquía? Económicamente sí. A esta región de Anatolia Central se les conoce como los “Tigres de Anatolia” ciudades como Konya, Kaisery crean empresas y crecen al abrigo del partido de Erdogan.
Prefieren ser puente entre continentes.
Es la nueva Turquía que ha dejado a un lado sus aspiraciones de convertirse en miembro de la CEE y prefiere ser “Cabeza de Ratón” que cola de León.
Su posición geoestratégica y su historia le convierte en puente entre Asia y Europa y hermana Mayor de los países de Oriente Medio y del Mediterraneo Sur.
El crédito fluye, los mercados creen en la nueva Turquía y Erdogan ha propuesto crear un segundo canal, un segundo Bósforo ¿para descongestionar el tráfico marítimo, evitar accidentes…o para forzar a los barcos a pagar un peaje que está prohibido por la Convención de Montreux (1936)? Este nuevo canal costaría unos 5.000 millones de euros.
Como en todo el mundo sufren los jóvenes.
Turquía crece sí, pero de forma desigual. En Anatolia el sueldo medio puede estar en torno a 400 euros.
Los precios de las viviendas en Capadocia rondan los 120.000 euros, la gasolina está a “2 euros el litro” y tras una visita a un mercado local pude constatar que los productos básicos tienen precios muy similares a los nuestros.
Dificilísimo para un joven de Capadocia salir de la casa de sus padres, así que termina siguiendo a las palomas, buscando las ciudades.
Comer.
Si hablamos de gastronomía, algunos restaurantes locales son excelentes, pero siempre en torno a los mismos platos.
Falta innovar: la hoja de parra rellena de arroz, la pizza turca (Lahmacun), la cazuela de carne hecha al horno y sus yogures son excelentes, por no hablar de la berenjena en todas sus versiones.
Me sorprendieron sus vinos. En Estambul, ya encontramos algunos restaurantes de referencia, pero la innovación culinaria aún no ha transcendido al recetario popular y se echa mucho de menos a partir del tercer día de estancia.
La visita en globo.
A pesar de su precio es imprescindible, un auténtico espectáculo visual, divertida, dinámica, segura. La pericia de sus pilotos hace disfrutar al viajero de esta experiencia cada minuto.
Los Museos al aire libre, los Valles de Goreme y Zelve, los pueblos de Uçhisar, Mustafapasa, el espectáculo de los Derviches (cobrar 30 eur es un abuso).
Permiten ahora que tenemos vuelo directo desde Málaga a Estambul dos días de turismo activo en Capadocia y a la vuelta disfrutar de un par de días en Estambul que, aunque lo haya visitado 100 veces nunca me cansa.
Y Turquía, Brasil, India, China, emergen como lo hicimos nosotros en otra época, le prestan dinero, creen en ellos.
Su agricultura se abandona, de las fábricas pasan a la construcción, el orgullo crece, la burbuja todavía no está demasiado hinchada hasta que……
¿Y nosotros? ¿A dónde vamos?
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